Como viene siendo habitual en este siglo XXI, la actualidad se tiñe de tecnología, inherente ya en nuestro día a día a través de los smartphones, portátiles, Ebooks y un largo etcétera que no nos permite ni acostumbrarnos a los nuevos lanzamientos. Esa conexión diaria ha conseguido que la gente conozca, aunque no quiera, a quienes han sido los precursores de los distintos dispositivos que, a priori, han hecho del mundo un lugar mejor para vivir. Nombres como Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg os retumbarán ya en los oídos de tanto escucharlos.

Rudolf Kalman, ¿os suena? menos, seguro.

A sus 86 años, el pasado 2 de julio fallecía este ingeniero y matemático húngaro que a pesar de no ser conocido, a nivel global, por el público general, también cambió el mundo, más aún si cabe que los tres mencionados anteriormente. Galardonado en el año 2009 con la medalla nacional de ciencia de EE.UU. por Barack Obama, este inventor fue el culpable del conocido filtro Kalman (1960). Este algoritmo ha permitido, a lo largo de los últimos 50 años, proezas como hacer llegar el hombre a la luna o explorar el fondo marítimo y otros planetas con vehículos robóticos. Unos avances que a buen seguro marcaron y marcarán un antes y después en la historia de la humanidad, a pesar de que la pereza de esta no esté por la labor de conocer algo que está fuera de sus hogar y día a día.

Los mismos problemas de orientación y navegación que ponían contra las cuerdas a los científicos hace ya medio siglo seguirán creando trabas que necesitarán el filtro Kalman para resolverlos: el esperado internet de las cosas o la creación de coches autónomos constituyen solamente el comienzo de una nueva era que volverá a transformar de manera trascendente la vida de las personas y en la que Rudolf Kalman se adentrará de lleno en todos los hogares del planeta, a pesar de que las portadas y todo el ruido generado en este mundo digital se lo lleven, al final y como siempre, las marcas más reputadas del mercado.